
Durante mucho tiempo, se nos enseñó que el bienestar era una responsabilidad individual. Que si nos sentíamos mal, debíamos “trabajarlo” en silencio. Que la felicidad era una meta personal, y que el crecimiento interior debía suceder sin molestar ni pedir ayuda. Sin embargo, hoy sabemos que esta visión es limitada y, en muchos casos, perjudicial.
Vivimos una epidemia silenciosa de soledad. En un mundo hiperconectado digitalmente, muchas personas se sienten emocionalmente desconectadas. El Dr. Vivek Murthy, quien fungió como Director General del Departamento de Salud de los Estados Unidos de 2014 a 2017, ha advertido que la soledad crónica tiene efectos en la salud comparables a fumar 15 cigarrillos al día, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, demencia, depresión y ansiedad. Además, la falta de conexión social puede incrementar la susceptibilidad a virus y enfermedades respiratorias, y está asociada con un mayor riesgo de muerte prematura .
Esta crisis no es sólo personal, es estructural. Según la Encuesta Nacional sobre el Consumo de Drogas y la Salud (NSDUH) de 2023, aproximadamente el 23% de los adultos en Estados Unidos experimentaron alguna enfermedad mental en el último año. Las tasas son particularmente altas entre los adultos jóvenes de 18 a 25 años, donde más del 30% reportó haber tenido una enfermedad mental en el último año. Esto que sucede en EUA, es una tendencia mundial, ¿Qué nos está pasando y qué podemos hacer?
Nos enseñaron a no necesitar a nadie, a no molestar, a “ser fuertes”. Pero estar bien no es una muestra de fortaleza individual solamente; también es una condición humana que se construye en relación con otras personas.
La salud mental no se sostiene sola, no es solo una práctica privada ni una disciplina clínica. Es también una construcción colectiva de redes de apoyo, acompañamiento y prevención. Una red invisible de vínculos, validaciones, espacios seguros y acompañamientos reales. Y cuando esos vínculos se debilitan o se niegan, lo emocional se rompe por dentro.
Nicholas Christakis, médico y sociólogo, lo explica con claridad: estamos profundamente conectados, no solo a nivel emocional sino fisiológico. Lo que hacemos, sentimos y elegimos afecta a quienes nos rodean, incluso a personas que nunca hemos conocido directamente. En sus estudios, Christakis demuestra cómo nuestras decisiones, emociones y hábitos influyen no solo en las personas con las que convivimos directamente, sino también en los círculos de nuestros amigos e incluso en personas que nunca hemos conocido. Es decir, tanto las conductas que deterioran el bienestar como aquellas que lo fortalecen pueden propagarse a través de las redes humanas, casi como un efecto en cadena.
La Ciencia del Bienestar —desde la Psicología Positiva hasta la neurobiología del trauma— coincide en una verdad potente y profundamente humana: sanamos cuando nos sentimos seguros. Y esa seguridad se construye en gran medida desde los vínculos interpersonales.
Como dice Dan Tomasulo, experto en esperanza y psicología clínica: “La esperanza no es ingenuidad, es una estrategia”. Y en el contexto de salud mental, esa estrategia requiere comunidad, validación y acceso a herramientas reales .
Como mencioné en la conferencia de Hope Circuit: “Somos más parecidos unos de otros de lo que creemos”. Y esa semejanza puede ser el puente que necesitamos para volver a encontrarnos.
Hoy más que nunca, necesitamos revalorizar lo colectivo. Espacios donde podamos decir “yo también me siento así”, sin juicio. Donde la conversación transforme. Donde el conocimiento se comparta. Donde la esperanza no se tenga que cargar a solas.
En el Instituto de Bienestar Integral creemos que la salud mental no es un proyecto solitario. Es un fenómeno humano, profundamente social. Por eso cultivamos comunidad, educación con propósito y herramientas prácticas basadas en ciencia. Para sostenernos mejor. Para encender la esperanza. Para accionar.
¿Cómo podemos reducir el estigma?
Hablar de salud mental con apertura es el primer paso. Pero también necesitamos herramientas concretas para crear entornos más humanos y compasivos. Aquí comparto tres prácticas que todos podemos aplicar:
- Atrévete a pedir ayuda
Pedir ayuda no es un signo de debilidad. Es un acto de sabiduría y valentía. Si estás atravesando un momento difícil, considera hablar con alguien en quien confíes: un terapeuta, un amigo, un colega cercano. Puedes comenzar con algo sencillo: “No me he sentido bien últimamente y creo que necesito hablar con alguien.” A veces, solo verbalizar lo que sentimos puede ser el comienzo de una nueva etapa. - Ofrece tu presencia, no solo soluciones
Si notas que alguien cercano se ve apagado, irritable o aislado, no tienes que tener todas las respuestas. Pero puedes estar presente. Puedes decir: “He notado que te ves distinto. Estoy aquí si necesitas hablar.” La clave no es resolver, sino acompañar. No subestimes el poder de escuchar con empatía y sin juicio. - Habla del tema con naturalidad
Cuanto más normalicemos la conversación sobre salud mental, más seguro será el entorno para quienes atraviesan dificultades. Puedes compartir una experiencia personal, recomendar un libro o mencionar cómo cuidas tu propio bienestar emocional. Este tipo de gestos abre puertas para que otros se sientan con permiso de hacer lo mismo. - No subestimes tu poder personal
Cada vez que omites juzgar o criticar a alguien, cada vez que ofreces tu mano o tu hombro, cada vez que cuentas tu propia historia, cada vez que escuchas atentamente, cada vez que pides ayuda abres un canal de conexión quizá invisible físicamente pero que hace una gran diferencia de forma sutil y poderosa.
Hoy más que nunca, necesitamos espacios donde no tengamos que esconder lo que sentimos. Donde podamos reconocer que todos atravesamos momentos difíciles. Donde se entienda que cuidar nuestra salud mental no es un lujo, es una necesidad. Y sobre todo, que nadie debería hacerlo en soledad.
La salud mental es un tema colectivo. Nos toca a todos. Y cada gesto de empatía puede convertirse en un acto de esperanza.
Por Arlen Solodkin, Fundadora y Directora del Instituto de Bienestar Integral & Presidenta de la Sociedad Mexicana de Psicología Positiva.
Referencias:
- Murthy, V. H. (2023). Our Epidemic of Loneliness and Isolation: The U.S. Surgeon General’s Advisory on the Healing Effects of Social Connection and Community. U.S. Department of Health and Human Services. https://www.hhs.gov/sites/default/files/surgeon-general-social-connection-advisory.pdf
- Christakis, N. A., & Fowler, J. H. (2009). Connected: The Surprising Power of Our Social Networks and How They Shape Our Lives. Little, Brown and Company.
- Tomasulo, D. (2020). Learned Hopefulness: The Power of Positivity to Overcome Depression. New Harbinger Publications.
- Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA). (2024). Key Substance Use and Mental Health Indicators in the United States: Results from the 2023 National Survey on Drug Use and Health (NSDUH). https://library.samhsa.gov/product/2023-nsduh-report/pep24-07-021