//Por Nicole Fuentes//
Las noticias de los suicidios de Kate Spade y Anthony Bourdain nos sacudieron la semana pasada.
Kate Spade, diseñadora de modas con fama mundial, topada de riquezas materiales y dueña de una vida glamorosa, decidió retirarse de este mundo a los 55 años. ¿La razón?… Depresión.
Anthony Bourdain, reconocido y aclamado chef, con fama, dinero, en la cúspide de una profesión que lo llevaba a todos los rincones del mundo y una bellísima novia… se quitó la vida a los 61 años. ¿La razón?… Posible depresión.
Cuando personas, que desde un punto de vista objetivo, cumplen con todos los requisitos de una vida perfecta, exitosa y feliz, deciden quitársela… el resto de los humanos nos quedamos con cara de signo de interrogación.
Me pregunto si… ¿Estas celebridades tenían todo, menos permiso para ser infelices?
La expectativa es que las personas con vidas como las de ellos sean absolutamente felices y la presión social para cumplir con esa condición debe ser brutal.
Con esto… ¿Cómo aceptar lo contrario?, ¿Cómo salir a decir que algo no anda bien?
Una de las preguntas que con más frecuencia recibo es si yo siempre estoy feliz. Al inicio de mi carrera esta pregunta me hacía sentir como impostora. Por mis investigaciones, yo tenía que ser extremadamente feliz. De lo contrario… ¿Cómo podría considerarme experta en el tema? Para mi ser feliz era una obligación.
Además, las personas daban por sentado que con todo mi conocimiento yo tenía que serlo, y de manera perfecta. Me sentía presionada a cumplir con mis propias expectativas y las de los demás. Pero cuando llega la noche, la verdad nos sienta a todos en el banquillo.
En Psicología Positiva la felicidad se define como el grado en que una persona evalúa la calidad de su vida en general como favorable o es el grado de satisfacción que una persona obtiene de sus circunstancias personales.
En esa definición la palabra clave es “evalúa”. La felicidad, desde un punto de vista académico, es una percepción, es subjetiva, relativa y flexible.
En otras palabras, la felicidad depende de la calidad del lente con que observa cada espectador.
En ocasiones, el lente puede empañarse, rayarse o quebrarse. A veces, por un evento en particular; otras, por desbalances químicos y biológicos de nuestro cuerpo.
En estricto sentido deberíamos buscar ayuda para reparar nuestro lente, con la misma tranquilidad que lo hacemos cuando caemos víctimas de un padecimiento físico.
Desafortunadamente, pareciera que las enfermedades mentales -como depresión y ansiedad-, no son socialmente aceptables. Para quien las padece o para quien vive cerca de alguien que las sufre, estos males tienden a venir acompañados del temor al rechazo o desacreditación del resto de la gente.
Y mucho menos son aceptables para alguien que objetivamente tiene todo lo que habitualmente asociamos con una vida feliz: fama, dinero y poder.
La expectativa es que seamos perfectamente felices el cien por ciento del tiempo.
Y entonces hacemos hasta lo imposible por ocultar la depresión, la ansiedad y cualquier tipo de padecimiento mental.
Es tabú.
Las personas deberíamos sentir la libertad de revelar nuestra ausencia de felicidad o la confianza para pedir ayuda cuando no podemos salir adelante solos.
La Organización de Naciones Unidas ha señalado a las enfermedades mentales como la causa principal de miseria en los países desarrollados. Las tasas de depresión, ansiedad y suicidio van a la alza. Aquí te dejo el vínculo a un artículo donde podrás encontrar más datos.
Seguir pretendiendo que una vida feliz es aquella ausente de problemas y llena de riqueza material es peligroso.
Seguir ignorando la proliferación de la depresión o de la ansiedad y estigmatizando a quienes las padeces también es peligroso.
¿Cuánto tiempo más vamos a decirle a nuestros hijos o compañeros de trabajo que nos duele la cabeza, en lugar de que estamos tristes?, ¿Cuántas veces más vamos a decirle a nuestros seres queridos que no lloren o que no sean tan sensibles, que sonrían aunque no quieran?
Con la mejor de las intenciones –proteger a nuestras personas- escondemos lo que nos pasa, pero me parece que lo que único que logramos con esto es hacerlos sentir defectuosos cuando ellos mismos no logran sentirse felices todo el tiempo.
Si dejamos de maquillar nuestras emociones, aceptar que a veces nos ganan la ansiedad y la depresión y buscamos ayuda profesional, entonces seremos más libres.
Más libres nosotros y más libres quienes nos rodean.
Un montón de jaulas emocionales podrían ser abiertas si empezamos a mostrarnos menos perfectos y más humanos.