//Por Nicole Fuentes//
Cuando preguntamos a papás y a mamás qué es lo que más desean para sus hijos, una de las respuestas más comunes que recibimos es “que sean felices”. Al mismo tiempo –y paradójicamente- pareciera que estamos dándoles un aparato con poderes especiales para lograr justo lo contrario.
Nuestros niños y adolescentes están dejando una buena dosis de su felicidad en el mundo digital, lugar al que viajan con sus teléfonos celulares y aparatos electrónicos sin escalas.
Cada año, el Reporte Mundial de la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas dedica un espacio importante a explorar a fondo alguna problemática en particular.
Este año llevaron a cabo un estudio para entender el papel que ha jugado el uso creciente de la tecnología en la felicidad de niños y adolescentes en Estados Unidos.
Los resultados están de miedo:
- La felicidad y el nivel de satisfacción con la vida entre adultos y adolescentes en ese país han caído con respecto a los niveles del 2000.
- El nivel de felicidad promedio entre estudiantes de octavo, décimo y doceavo grado (adolescentes entre 13 y 18 años) registró una franca caída entre 2011 y 2017. Entre estos grupos, el nivel de felicidad más bajo corresponde al grupo de estudiantes de décimo grado (Ver Figura 5.2).
- Indicadores relacionados con depresión, intención de suicidio y daño auto- provocado han aumentado considerablemente entre adolescentes desde 2010, especialmente en niñas y mujeres jóvenes.
- La generación “igen” (nacidos después de 1995) tienen un bienestar psicológico menor al que tenían los “milenials” (nacidos entre 1980-1994) cuando tenían la misma edad.
Estos datos retan la lógica económica que ha venido dictando el diseño de políticas públicas que tienen como fin último –o deberían- incrementar el bienestar de los ciudadanos. De acuerdo con los indicadores objetivos, la felicidad debería estar más alta que nunca: el ingreso per-cápita ha aumentado, la tasa de desempleo ha bajado y la de criminalidad también.
Pero no. Algo más está pasando.
Para entender este fenómeno se han explorado diferentes causas: la caída en el capital social, el deterioro en las redes de apoyo, el aumento en la obesidad y en el uso de sustancias.
En este reporte se explora una alternativa más: “los adolescentes en Estados Unidos son menos felices debido a cambios fundamentales en el uso del tiempo libre”.
Van otros datos:
- El tiempo que los adolescentes pasan detrás de una pantalla –medios digitales como juegos, redes sociales y tiempo en línea- ha crecido aceleradamente desde 2012, en parte porque más jóvenes tienen un teléfono celular.
- En 2017, el estudiante promedio de doceavo grado (entre 17 y 18 años) pasaba más de 6 horas al día en tres actividades: internet, redes sociales y“texteando”.
- Según datos de 2018, el 95% de los adolecentes en EUA tiene acceso a un teléfono celular y el 45% dice estar en línea “casi constantemente”.
El día solamente tiene 24 horas. Entonces, pasar tanto tiempo en línea forzosamente implica renunciar a pasar ese tiempo de otra manera.
Los jóvenes están dejando de interactuar cara a cara con los amigos y con sus personas favoritas, pasan menos tiempo leyendo, jugando, haciendo deporte y, sobretodo, durmiendo (Ver Figura 5.4).
La falta crónica de sueño es una terrible idea para el bienestar emocional y la felicidad. Cuando estamos cansados el cerebro activa la alarma del sistema nervioso central y el mundo pesa. Sigue este link si te interesa saber más sobre el tema.
La falta de sueño en mis estudiantes es cada vez más evidente en el salón de clases. Hay días en que parecen zombis y los veo haciendo tanto esfuerzo por mantener los ojos abiertos que me dan ganas de ayudarles poniéndoles palillos entre los párpados para detenérselos. Cuando les pregunto cuántas horas duermen por noche me contestan 4 ó 5 horas… ¡casi la mitad de lo que necesitan!… ¿Y qué hacen en lugar de dormir?… “me quedo en el teléfono”,dicen.
Otros datos escabrosos:
- Los adolecentes y adultos jóvenes que pasan más tiempo en el mundo digital tienen menor bienestar.
- Las niñas que pasan 5 horas o más al día en redes sociales tienen tres veces más probabilidades de tener depresión.
- Actividades como socializar en persona, dormir suficiente y atender servicios religiosos están vinculadas a la felicidad.
- Las actividades relacionadas con teléfonos inteligentes y medios digitales generan menos felicidad que las que no involucran tecnología.
Y es que en el mundo digital viven otros demonios…
Las brutales comparaciones sociales que hacen que las personas contrasten sus vidas no editadas con las vidas editadas de los demás; tendemos a comparar nuestra cara lavada y sin filtro con la cara de los demás perfectamente pulida por filtros –que quitan años, arrugas, manchas, afilan la nariz, engrosan los labios, estiran las pestañas y resaltan los pómulos-. El golpe a la autoestima es duro.
En el mundo digital también existe el “cyber-bullying”. En mis tiempos, la tortura estaba contenida dentro de las horas de colegio –a la llegada, en recreo, a la salida- y podías defenderte si te armabas de valor. Al final del día era posible encontrar paz y tranquilidad en tu casa. Ahora los “bullies” viajan contigo en el bolsillo de tu pantalón o en la mochila y llegan a más gente a velocidad de la luz. El contagio es masivo y no hay cómo hacerle frente.
No sé si les ha pasado… Para los hijos adolescentes no hay peor castigo posible que quitarles el teléfono, les da terror y de manera instantánea te conviertes en la mamá más cruel y despiadada del planeta.
Pero después de varias horas –o días- sin acceso al celular pasan cosas increíbles… Empiezan a leer, juegan con los perros, sacan las patinetas, salen a la calle, buscan a la vecina, construyen, inventan, cocinan, mejora su estado de ánimo, platican, duermen suficiente y dan más muestras de cariño.
Muchos estudios encuentran que los adultos también nos beneficiamos cuando reducimos la cantidad de tiempo que dedicamos a alimentar el monstruo de las redes sociales. Grupos de personas que dejan de usar Facebook una semana, por ejemplo, reportan más felicidad y menos depresión que los que continúan usándolo como siempre. Mi siguiente experimento será desconectarme por un rato.
Nuestros niños y jóvenes están pasando cada vez más tiempo en el mundo digital y las consecuencias no son buenas. Los datos sugieren que la moneda de cambio es la felicidad y la salud mental.
Si estamos de acuerdo en que la felicidad es lo que más deseamos para nuestros hijos, entonces tenemos que adueñarnos de la responsabilidad de ayudarles a moderar la cantidad de tiempo que pasan en el mundo digital.
Y sí… los adultos tenemos que poner el ejemplo.