//Por Arlen Solodkin//
¿Te acuerdas cuando eras niño? Al jugar te transportabas a otra realidad y se te pasaba el tiempo volando: eras capaz de luchar contra dragones, decifrar códigos secretos, salvar vidas e incluso reinos completos…
El juego es una de las mejores formas de entrar en un estado de relajamiento, donde te sientes inmerso en espacios semi alterados de conciencia y donde fortalezas como la valentía, el amor, la curiosidad, la creatividad, entre otras, se hacen evidentes. También nos permite practicar de manera informal la resolución de problemas de formas innovadoras.
Con el pasar de los años, los adultos dejamos de jugar y, al hacerlo, perdemos los grandes beneficios relacionados con fuentes importantes de distensión y estimulación. El juego nos ayuda a bajar los niveles de estrés, mejorar funciones cerebrales, estimular la creatividad, elevar nuestros niveles de serotonina y dopamina en el cerebro, nuestras capacidades sociales y nuestra salud emocional.
Como adultos comúnmente impulsamos a nuestros hijos a que dejen el televisor o los juegos de internet para que salgan al aire libre, se conecten con personas de carne y hueso, para que usen su cuerpo y gasten energía, mientras que nosotros optamos por prender la televisión para anestesiarnos con alguna actividad que nos hace pasivos y que, incluso, puede traer efectos contraproducentes.
El juego en adultos es una fuente enorme de vitalidad y conexión. Jugar con nuestra pareja, amigos y familiares nos permite aumentar nuestra imaginación y relacionarnos con otros de maneras genuinas, divertidas, y distintas que abren la puerta a nuevos vínculos y tipos de interacciones.
No hay límites en cómo invitar el juego a nuestra vida: andar en bici, jugar con un balón, jugar ajedrez, armar un rompecabezas, bailar, disfrazarnos, contar chistes, jugar con tu mascota, construir con distintos materiales, dibujar y muchas más, que nos brindan muchísimos beneficios, sobre todo si lo compartes con alguien más.
Realizarlo con otros trae más beneficios: fortalecemos el sentido de equipo, comunicación y confianza, lo que abre las puertas a mayores niveles de intimidad. Por esto mismo, muchas empresas han incluido espacios de recreación para promover mayor sinergia en grupos de trabajo, mayores niveles de cooperación y de inventiva. Organizaciones como Google, Facebook, Apple, entre otras, han reconocido que el juego resulta en mayor productividad, satisfacción laboral y mejor salud emocional entre los colaboradores. El juego refresca nuestra mente y nuestros sentidos, nos ayuda a ampliar la forma en la que vemos el mundo y a construir nuevas capacidades, genera mayores niveles de positividad lo que tiene un efecto directo en nuestro sistema inmunológico. Los juegos deportivos y trivias brindan a los colaboradores una forma de relacionarse más auténticamente y permite reorganizar las interacciones jerárquicas convirtiéndolas en más humanas.
Está comprobado que, dentro de las organizaciones, establecer espacios de recuperación y descansos en medio de proyectos complicados permite a la gente renovar sus recursos de energía y claridad mental, lo que al final genera grandes beneficios para las personas y para los equipos de trabajo. El juego es una excelente estrategia para este fin.
En momentos de grandes retos, como los que estamos viviendo, el juego puede ser la puerta para cambiar nuestra atención, para encontrar algo dentro de nosotros mismos que nos brinde alegría por unos instantes, y que nos ayude a dimensionar que la vida es mucho más rica de lo que últimamente consideramos.
Y ahora, ¿cómo podrías incluir el juego en tu vida hoy?