//Por Nicole Fuentes//
Este año el Reporte Mundial de la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) llevó a cabo un estudio profundo sobre la migración para entender los efectos que este fenómeno tiene en la calidad de vida de todos los involucrados.
Las personas en el mundo están moviéndose. Algunos lo hacen voluntariamente y van detrás de las nuevas y mejores oportunidades que ofrece la globalización; mientras otros huyen de sus lugares de origen por causa de la guerra para salvar sus vidas.
No todos los inmigrantes son iguales. No obstante es posible asumir que detrás de cada historia individual existe el deseo y la prospección de una vida más feliz.
¿Lo logran?
Esta es la pregunta central que intenta responder el estudio realizado por la ONU.
Muchos migrantes sin duda experimentan incrementos en su felicidad, especialmente los que logran satisfacer necesidades básicas o hacen realidad sus sueños en el país destino. Los migrantes que llegan a un país más desarrollado, por ejemplo, además de mejorar sus condiciones económicas, reciben otros beneficios como libertad, educación y seguro social.
Algunos datos generales sobre la migración…
Según datos del Reporte Mundial de la Felicidad, la migración internacional ha crecido 90 millones en el último cuarto de siglo. En 1990 había en el mundo 153 millones de personas viviendo en un lugar diferente a su lugar de nacimiento; en 2015, este número creció a 244 millones y de estos el 10% son refugiados –unos 25 millones-.
Los diez países más felices del mundo de acuerdo con el “ranking” más reciente, tienen una proporción de migrantes superior al promedio mundial. En 2015 estas naciones registraron un porcentaje de extranjeros de alrededor del 18%, que es más del doble del promedio mundial de 8.7%.
Dichos países además de tener a la gente más feliz del mundo, tienen a los extranjeros más felices. Si se ordenan los países en función de la felicidad de sus inmigrantes, aparecen en los primeros diez lugares, los mismos países que cuando se toma en cuenta al resto de la población. Detrás de estos resultados está una combinación de factores: estos países son destinos atractivos para los migrantes, existe una mejor disposición de los locales para aceptarlos y una mayor habilidad para integrarlos a su sociedad.
¿Qué sabemos de la felicidad de los inmigrantes una vez que llegan a su destino?
En el reporte destacan tres resultados principales…
El primero es que en los países con un nivel de felicidad promedio –media tabla-, los inmigrantes son tan felices como las personas que nacieron ahí. Sin embargo, en los países más felices del “ranking” mundial, los inmigrantes son menos felices que los locales. Llegar a un país donde la gente es más feliz tiene un efecto positivo en la felicidad del migrante pero que no es suficiente para igualarlos con la población local. Esto en parte es explicado por el segundo resultado.
La felicidad de cada migrante no sólo depende de la felicidad promedio de los nacidos en el país destino, sino también del nivel de felicidad promedio de las personas en su país de origen. Entonces, si un migrante va de un país menos feliz a uno más feliz, como es común, el migrante termina más feliz que antes, pero relativamente menos feliz que los locales. No todo el cambio en la felicidad de un migrante es producto del movimiento.
El tercer resultado muestra que una parte de la felicidad de los migrantes depende de manera importante de la buena aceptación por parte de los locales.
¿Y qué pasa con la felicidad de los migrantes en el tiempo?
La evidencia sugiere que su felicidad permanece constante. Se dan dos fenómenos, uno positivo y uno negativo, que tienden a cancelarse mutuamente y tienen que ver con el concepto de “grupo de referencia” o “grupo de comparación”.
Cuando las personas recién llegan a un país más feliz, su grupo de referencia sigue siendo principalmente el de su país de origen. Al compararse y verse en una situación relativamente mejor, su felicidad aumenta. Este efecto se diluye con el paso del tiempo, pues a medida que las condiciones de vida de los inmigrantes mejoran, comienzan a compararse con las personas en el país destino y esto potencialmente disminuye su felicidad.
Los resultados del Reporte Mundial de la Felicidad muestran que se puede ser feliz incluso dejando todo atrás.
La migración también tiene su lado oscuro.
Migrar a otro lado supone renunciar al idioma, a los amigos, a la familia, a la comida, a las costumbres. En casos extremos incluye abuso, explotación, exclusión social y un estatus de “menor” calidad.
Sin lugar a dudas, el Reporte Mundial de la Felicidad ilumina y aporta información muy valiosa sobre el fenómeno de la migración. Me fascinan los datos y me parece fundamental entender a fondo esta problemática. Sin embargo, no puedo evitar pensar que los resúmenes gráficos y de porcentajes no son suficientes para ilustrar la realidad en la que viven miles de migrantes.
Hay diferentes tipos de migrantes… Algunos cambian su residencia viajando con visa a un país en el extranjero para estudiar una maestría en una universidad de prestigio; mientras que otros, viajan escondidos en camiones o en el lomo de un tren conocido como “La Bestia” jugándose la vida y empleándose en lo que sea para poder comer.
Los números no alcanzan para explicar el sufrimiento por el que atraviesan los migrantes, no cuentan las historias personales, ni nos dejan ver lo que han tenido que aguantar y superar.
De este último tipo de migrantes quiero hablar y para esto les comparto una historia personal.
Gracias a la invitación de unos buenos amigos, hace un par de meses mi familia y yo tuvimos la oportunidad de visitar y hacer trabajo voluntario enCasa Monarca.
Casa Monarca es una organización dedicada a brindar ayuda humanitaria a los migrantes en Monterrey que llegan directamente a sus instalaciones o que pasan días/meses cerca de las vías por donde pasa el tren… “La Bestia”.
La experiencia fue impactante. Fuimos un domingo a media mañana y nos encontramos con otros voluntarios. Algunos limpiaban frijoles, una persona cocinaba arroz y un guisado de carne en cacerolas enormes. Había otro grupo separando por tallas y genero la ropa donada.
Mientras estaban listos los paquetes de comida que nosotros íbamos a repartir en las vías del tren, nos dieron una pequeña charla de inducción y sensibilización con respecto a la problemática de los migrantes. Algunas historias son en verdad desgarradoras.
Cuando estuvieron listas y empaquetadas las comidas salimos a la ruta en compañía de un guía voluntario. Nos tocó la ruta “Cuauhtémoc”. Fuimos en carro a recorrer las calles cerca de las vías para encontrarnos con migrantes y entregarles la comida del día. Ese domingo en particular no encontramos muchos. Resulta que la “migra” había realizado una redada los días anteriores. Pero sí encontramos a algunos. Todos hondureños, todos con las manos vacías, cubiertos de polvo y con la ropa sucia, todos amables, agradecidos por la comida, todos con esperanza. Hablamos un poco con ellos, les preguntamos su nombre. No se me ocurrió preguntarles qué tan felices eran…
Ninguna estadística cuenta la realidad tan bien como repartir comidas a los migrantes un domingo en la mañana. En las vías del tren viven y caminan esos “números” anónimos resumidos a un porcentaje en un reporte. Nada llega más directo que conocerlos.
La migración internacional, para muchas personas, es un instrumento poderoso por medio del cual pueden mejorar sus vidas dado que la mayoría de los migrantes y sus familias en casa mejoran sus condiciones económicas. Tristemente. no todos los migrantes, ni todas las familias que se quedan experimentan un aumento en su felicidad como producto de la migración.
Hay mucho que aprender y mucho que hacer para asegurar el bienestar de los migrantes.
Yo quiero invitarte a visitar Casa Monarca para que hagas una contribución positiva en la vida de un migrante. Puedes ayudar donando ropa, zapatos o artículos de higiene personal.
Te aseguro que, al menos por un momento, tu felicidad y la de un migrante aumentarán.
Autor: Nicole Fuentes