La pregunta es ¿qué es mejor hablarlo, escribirlo o pensarlo?
Cuando se trata de lidiar personalmente con experiencias negativas ¿qué es mejor hablarlo, escribirlo o pensarlo?
En algún momento todos hemos experimentado la adversidad en nuestras vidas (ej., un despido, una lesión, una enfermedad, la muerte de un ser querido) y además de las acciones que pongamos en práctica y nuestra actitud ante ello, cada quien tiene una manera distinta de lidiar con estas situaciones; algunas personas se lo cuentan a familiares o amigos cercanos; otras lo escriben en un diario y otras se ponen a pensar acerca de la situación, todo para tratar de entender y lograr restablecer nuestro sentido de significado con la vida en esos momentos.
La pregunta es ¿qué es mejor hablarlo, escribirlo o pensarlo?
La profesora e investigadora Sonja Lyubomirsky y sus colegas en la Universidad de California, decidieron poner a prueba estas tres diferentes formas de lidiar con experiencias negativas para ver cuál de ellas tenía un mayor efecto positivo en nuestra manera de sobrellevar la situación. En el experimento se dividieron estudiantes en tres grupos, el primer grupo hablaría sobre la experiencia negativa en una grabadora, el segundo escribiría sobre su experiencia negativa y el tercer grupo solo pensaría en privado sobre ella, todos harían la actividad durante 15 minutos por 3 días consecutivos. Lo que se observó fue que aquellas personas que pensaron en privado sobre su experiencia negativa reportaron una menor satisfacción con la vida que aquellos que escribieron o hablaron sobre la situación.
Esto se puede explicar con la manera en que nuestro cerebro debe ordenar los pensamientos para hablar y escribir, es decir, para hablar y escribir requerimos de organización y estructura logrando así comunicar efectivamente, esto hace que los individuos analicen la situación y gestionen mejor sus emociones y así encuentren una mejor manera de dejar ir el sufrimiento y avanzar más allá de sus problemas, lo que resulta en una mejor salud física y mental.2,3 A diferencia de esto, solamente pensar en la situación resulta relativamente algo desorganizado ya que los pensamientos por si solos están llenos de palabras, emociones, imágenes y recuerdos que van surgiendo propiciando lo que podemos llamar “rumiación de pensamientos” en donde le damos vueltas a una idea o a la experiencia negativa aumentando el dolor o sufrimiento al revivirlo una y otra vez en nuestra mente.1
Por el contrario, cuando nos enfrentamos a experiencias positivas (ej., obtener el trabajo que querías, una boda, el nacimiento de un hijo, lograr un sueño) las cosas son al revés. Gracias a esta capacidad de los pensamientos de revivir las emociones logramos traer de vuelta a nuestra mente y cuerpo las emociones positivas como alegría, orgullo, satisfacción, amor, etc. En la investigación de Lyubomirsky se realizó el mismo ejercicio para los tres grupos, pero con situaciones positivas y se encontró que las personas que pensaron en privado sobre sus experiencias positivas reportaron una mayor satisfacción con la vida que aquellos participantes que habían escrito o hablado sus experiencias. Al parecer la estructura y organización de la escritura y del habla, por ser procesos más analíticos, hace que seamos más racionales a la situación, tratando de encontrarle el significado y evaluándola, lo que se convierte en un obstáculo para realmente disfrutar la emoción positiva como tal y revivir esos momentos tan agradables.
Podemos entonces decir que cuando experimentemos situaciones negativas será mejor hablar o escribir la situación y cuando se trate de experiencias positivas nos regocijemos en nuestros pensamientos.
Referencias
- Lyubomirsky, S., Sousa., & Dickerhoof, R. (2006). The costs and benefits of writing, talking, and thinking about triumphs and defeats. Journal of Personality and Social Psychology, 90, 692-708
- Pennebaker, J. W. (1993). Social mechanisms of constraint. In D. M. Wegner & J. W. Pennebaker (Eds.), Handbook of mental control (pp. 200–219). Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.
- Pennebaker, J. W., & Francis, M. E. (1996). Cognitive, emotional, and language processes in disclosure. Cognition & Emotion, 10, 601–626.
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