
“The danger of stereotypes is not just that they can be untrue, but that they are incomplete. They make one story become the only story.”– Chimamanda Ngozi Adichie
Vivimos en un mundo donde la polarización no solo es evidente en lo político, sino también en lo social y cultural. Las redes sociales han profundizado esta división, alimentándonos con más de lo que ya creemos, reforzando nuestras opiniones y cerrando la puerta a otras perspectivas. Nos encontramos atrapados en cámaras de eco donde lo diferente se distorsiona o se silencia. Así, caemos en lo que la escritora Chimamanda Ngozi Adichie advierte como el peligro de una sola historia.
En su famosa charla TED, Adichie relata cómo, al crecer en Nigeria, su mundo literario estaba dominado por historias inglesas y estadounidenses. Los personajes, escenarios y costumbres que leía eran completamente ajenos a su realidad, pero los absorbía sin cuestionarlos, asumiéndolos como el estándar universal. Sin darse cuenta, comenzó a replicar en sus propios cuentos referencias a la nieve, los manzanos y el té inglés, elementos que nunca había experimentado en su vida cotidiana. Fue solo cuando descubrió escritores africanos que entendió que las historias también podían reflejar su propio mundo, su cultura y sus experiencias. Esta revelación le mostró cómo las narrativas que consumimos moldean nuestra percepción de la realidad, incluso cuando no las comprendemos del todo.
También recuerda cómo, de niña, su madre solía hablarle de Fide, el hijo de una familia que vivía en condiciones de pobreza. La única historia que Adichie escuchaba sobre él era la de la carencia: su madre le recordaba constantemente lo poco que tenía su familia, usándolo como ejemplo para inculcarle gratitud por su propio bienestar. Para Adichie, Fide era sinónimo de necesidad. Fue solo cuando visitó su casa que descubrió otra faceta de su vida: en su hogar había belleza, creatividad y amor. Su familia tejía cestas con gran destreza y su madre le mostró con orgullo sus trabajos. En ese momento, comprendió que la historia de Fide no era solo la de la pobreza; había abundancia en lazos familiares, en amor por el trabajo y en la expresión artística.
Así entendió que una sola historia no solo es incompleta, sino que también nos priva de la complejidad y humanidad del otro, reduciéndolo a una etiqueta o estereotipo. Cuando solo conocemos una versión de la realidad, dejamos de ver todo lo que hay más allá de ella.
Los algoritmos que nos confirman, no que nos confrontan
Hoy, los algoritmos de las redes sociales hacen lo mismo. Nos refuerzan una única visión del mundo, llevándonos a creer que nuestra perspectiva es la única válida. No solo nos presentan más de lo que ya pensamos, sino que, en muchos casos, ni siquiera nos muestran otras formas de ver la realidad. No nos invitan a cuestionar, sino a reafirmar. Nos confirman lo que queremos oír y filtran lo que nos haría dudar.
Cuando la única historia que consumimos es la nuestra, el otro deja de ser un ser humano con ideas legítimas y se convierte en una caricatura de nuestra oposición. Así, se desvanece la posibilidad de diálogo y empatía. La polarización se convierte en una profecía autocumplida. Nos convencemos de que el otro está equivocado, de que no hay nada que aprender de él. Y en esa certeza absoluta, dejamos de crecer.
Esta tendencia no es nueva. La historia está llena de ejemplos donde una sola narrativa ha sido utilizada para justificar injusticias. Hasta la fecha discursos políticos han reducido a los inmigrantes a meras amenazas económicas o de seguridad, despojándolos de su humanidad y del valor que aportan a las sociedades que los reciben. En conflictos bélicos, los medios han presentado versiones unilaterales de los hechos, ocultando los matices y las múltiples causas detrás de las crisis. La historia nos ha enseñado que una sola visión de la realidad es peligrosa porque borra la posibilidad de empatía, refuerza prejuicios y nos impide ver la humanidad del otro.
Mattering: Cuando todos importamos
Desde la Psicología Positiva, el concepto de mattering nos recuerda que todos importamos. Pero no importamos solo nosotros y nuestra visión del mundo, sino también el otro: con sus vivencias, sus miedos, sus esperanzas. Si realmente creemos en la dignidad humana, debemos reconocer que la realidad no se reduce a nuestra única perspectiva.
Isaac Prilleltensky, psicólogo y experto en bienestar comunitario, señala que “mattering es la intersección entre sentir que importamos y contribuir a que otros se sientan valiosos.” Es decir, no basta con sentirnos vistos y escuchados, también debemos asegurarnos de que los demás se sientan así. Y esto solo ocurre cuando nos atrevemos a mirar más allá de nuestras propias historias y reconocemos la validez de otras experiencias.
Aquí es donde podemos trascender las divisiones impuestas y abrirnos a una perspectiva más amplia. Como decía Wayne Dyer:
“Cuando dejas de pertenecer, te das cuenta de que perteneces a algo mucho más grande.”
Cuando soltamos la necesidad de identificarnos solo con un grupo, una ideología o una creencia, descubrimos que nuestra pertenencia es mucho más profunda: pertenecemos a la humanidad.
¿Cómo resistimos el peligro de una sola historia?
Si los algoritmos nos refuerzan una sola versión de la realidad, necesitamos hacer un esfuerzo consciente para contrarrestarlo. Aquí hay tres formas de empezar:
- Consume información diversa. Si solo lees medios que refuerzan tus creencias, intenta explorar otras fuentes. No significa que tengas que cambiar de opinión, pero sí entender mejor cómo otros ven el mundo.
- Haz preguntas en lugar de asumir. En vez de descartar de inmediato una postura diferente, pregúntate: ¿Qué experiencia podría haber llevado a esta persona a pensar así?
- Practica el diálogo con curiosidad. Conversar con alguien que piensa diferente no es un reto para “ganar” la discusión, sino una oportunidad para aprender algo nuevo.
La verdadera revolución es la apertura
En un mundo donde los algoritmos refuerzan la división, la verdadera revolución es la apertura. Escuchar a quienes piensan diferente, cuestionar nuestras propias certezas, recordar que cada persona tiene una historia más allá de la etiqueta con la que la hemos clasificado.
Si queremos construir una sociedad más justa, más humana y menos fragmentada, necesitamos resistir el peligro de una sola historia y abrazar la riqueza de la diversidad.
Tal vez la pregunta más poderosa que podemos hacernos es esta:
¿Qué historia me falta por escuchar?
Porque, al final, lo que nos une es mucho más grande que lo que nos separa.
Arlen Solodkin
Directora del Instituto de Bienestar Integral y de Hope Circuit
Presidenta de la Sociedad Mexicana de Psicología Positiva